El lugar donde podés leer la Biblia dentro de un calefón

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lunes, 20 de julio de 2015

La espera


Laura entra al local a comprar una calza. Me quedo en la puerta comiendo una barrita kinder. La parto en trocitos y los saboreo despacio. Pasan así unos minutos, termino la barra y me pongo a mirar alrededor. Frente a mí hay un local abandonado, de frente muy chico con los vidrios delante de una tela blanca. Su puerta es vieja, negra, de madera hinchada que apenas se mantiene cerrada por un candado. Un polvoriento cartel anuncia los datos de contacto de la inmobiliaria.
A su izquierda, frente a mis ojos, un mural enorme de colores ya opacos se yergue imponente logrando robar la atención de cualquiera dentro de la galería, de no ser que no tiene iluminación y todos los locales de ropa se ubican mirando hacia la otra mano.
Una gran cantidad de personas pasea por la galería, entrando y saliendo de cada negocio, como el de las calzas.
Laura no sale.

No hay quien repare en el mural. "Restauración Oscar Deza 2004 - Secretaría de Cultura. Municipalidad de Lanús" reza al pie derecho.
Once años de polvo y mugre han deslucido sus colores. Intento recordarme once años atrás para llegar a una imagen mía viéndolo brillante, recién hecho.
Nada.
Mentalmente voy viajando hacia el presente para verme observándolo aún en mejor estado que ahora. Nada.
Es la primera vez que lo veo - pienso con disgusto y sigo mirando a la gente que renueva el aire con su andar. Nadie voltea a observar. Las miradas se desvían, magnéticas, hacia el suelo o a la ropa de las vidrieras. Como la de la tienda de calzas.
Laura no sale.

Fuera de la galería hace frío. Las personas van caminando, comiendo chipá, ajenas a mi presencia expectante, a la muda presencia del mural; van mirando hacia sí mismos con los ojos hacia adelante, sorteando el azote del frío.
¿Dónde irán? ¿A trabajar? ¿A sus casas? ¿A encontrarse con algún amor? ¿Con amigos? ¿A intentar ser libres por un rato? ¿A salvar el mundo? Salvar al mundo... ¿Podría ser salvado el mundo si todos nos abocáramos a ello al mismo tiempo? No. Porque el mundo nunca necesitó ser salvado.

El reloj avanza aunque no lo vea porque no tengo uno.
Me compraré en algún momento un reloj de pulsera. Con agujas - análogo, suelta mi mente completando la idea - para ser aún más conciente de cómo el tiempo, tan invisible como el aire o la electricidad y, al mismo tiempo más implacable que ambos, pasa a través de nosotros para no volver.
Como las personas en la galería.
En los locales de ropa.
Laura no sale.

¿Acaso el tiempo es también un artista plástico? Lo pienso como un pintor insatisfecho que jamás deja de retocarlo todo. Los pensamientos, los rostros, los objetos, los dolores, las alegrías. Cada sujeto y predicado pasan por el pincel imparable del tiempo a fin de ser transformado, reconfigurado, despedazado y vuelto a unir; desechado completamente y vuelto a crear en otra pincelada; y nosotros inmóviles e inconscientes como trazos, como lineas, puntos y manchas de su lienzo interminable. A merced de su perfecto ojo y su desmedido capricho.
Las personas, como los segundos, siguen avanzando en el corredor infinito de la galería.

Laura sale del local.

Parpadeo aturdido y su voz me llega al mismo tiempo que logro asirme al ancla de la realidad:
Al final me compré un pantalón de jean y un suéter, porque no había una sola calza que me gustara. ¿Tardé mucho?
Veinte minutos, veinte días, veinte años, veinte vidas. Lo suficiente como para hacerme presa del pincel del tiempo y sus caprichos, para que mi ser se abriera a una verdad terrible, insondable, de la que ya no hay marcha atrás.
No, no tanto - contesté automáticamente con una voz que no era mía. Salimos de la galería.


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2 comentarios:

  1. Impresionante lo que lograste plasmar en ese tiempo de espera. Profundos pensamientos que se desmoronan como castillos de cartas al verse alcanzado por la brisa de la realidad.
    Muy bueno.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. Raúl querido, ¡Gracias! Suelo caer en estados contemplativos con mucho menos, ja.
      El mural, y toda la escena en cuestión, se ubica en la galería de tres puertas, a la derecha entrando por 29 de septiembre.

      Así y todo no se desmoronarán tan fácil.
      La marca está hecha.

      Pero eso es tela de otro relato.

      Un fuerte abrazo y nos estamos leyendo.

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