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domingo, 3 de abril de 2016

El origen de la autoayuda



¿Escuchaste hablar de la biblioterapia? – Pregunta Gabriel a su mamá mientras le da una chupada al mate.
La pantalla de la notebook muestra la nota de una revista digital, donde se habla de esto mismo.
Ni idea, ¿Qué es eso? – le responde ésta, mientras agarra el mate vacío, le pone azúcar y lo vuelve a llenar de agua caliente.
Ah… - exclama Gabriel al seguir leyendo - curarse leyendo libros, claro. – remata y tras tragar el agua dulce sigue: - Al que se le haya ocurrido el término Autoayuda es un genio, imaginate una reunión de libreros ¿No? Pensando eso mismo frente a...

Una especie de mesa larga, de corporación de película yanqui, donde una treintena de libreros empieza a debatir el auge de los libros que hablan del amor propio, de encontrarse con uno mismo, de dejar atrás el karma negativo –por definición: piedra redonda indianajonesiana que gira enorme e incansable tras de uno; a sabiendas de que vas a pisar una raíz en la corrida, te vas a caer de jeta y, en los tres segundos que te toma asimilar el golpe, pararte, acordarte de la piedra y seguir al raje, va a pasarte por encima reventándote cada vértebra en un masaje único y letal – y otras cosas que seguramente los psicólogos te dicen que hagas y que te toma diez sesiones y algunas luquitas menos en el bolsillo entender.

¡Son libros de esoterismo! – Se levanta uno, gordo, edad mediana, chomba manchada de jugo de churrasco – yo los acomodo ahí.

No, no, mi buen amigo – le sale al cruce otro más bien flaco, similar a Woody Allen, con anchoíta y sin lentes – el esoterismo es otra cosa. Acá no se habla de entes de la naturaleza, dioses perdidos, o encantamientos para atraer al ser amado ¿Me entiende? Este es un género nuevo, si dudas, que busca otra cosa.

Encontrémosle un nombre, entonces, usémoslo como un gancho para venderlos más fácil, volverlos LA NOVEDAD que nadie pueda dejar de llevar – terció sonriente un pibe en la mitad de los veinte, pelo en cresta y aro en la ceja derecha.
De alguna librería de calle Corrientes, piensa Woody.

Sí, porque nos van a terminá’ tapando eso’ libraco’, ¡Son cada vez ma’! – agrega uno del fondo, ni idea cuál.
Todos se callan, se nota en sus caras el esfuerzo de consagrarse con un nombre adecuadísimo, justo. Ser el nuevo denominador de un género.

Montones de opciones sobrevuelan la mesa: “Espiritualidad” ”Búsqueda interior” “Redescubrimiento del ser” “Psicología aplicada” “Esoterismo arreligioso” “Manuales para la vida”. Todas terminan en la nada. La desesperación empieza a tomar forma y peso.

Propongo reverdecer el término “New Age” que tanto refulgió en el albor del siglo XXI – rompe el silencio una señora de poca teta y amplio escote en la camisa negra, en la mitad de los treinta, melena ondeada de mucho volumen - Es bastante parecida la temática y ya vimos que lo “New Age” es siempre bien recibido como símbolo de cambio, de cosa nueva.
Interesante Magui, un refrito que serviría; aunque yo lo dejaría como segunda opción ¿Les parece? Por si no surgiera nada nuevo – le contesta Ana, de Callao y Paraguay.
Proponé algo mejor vos, entonces – le contesta Magalí pisando las últimas palabras de Ana, en evidente enojo.
Ni idea, la verdad, no se me ocurre nada – dice Ana tras unos segundos de vacilación – pero tengo bien claro que New Age no es la salida.
Chiquis chiquis, no vamos a hacer de esto una guerra ¿O sí? – Se mete el gordo de la chomba en el tiroteo entre los ojos de ambas – si fuera por mí no le pondría nombre a nada, pero vieron como son las cosas – concluye, cerrando los ojos y levantando las dos palmas de las manos.
Pero hay que hacerlo, Ramón – responde Magalí, aún tensa pero más calmada – porque ¿Dónde se ha visto que las cosas no tengan nombre? Pero… - dice maliciosa aludiendo a Ana sin mirarla – si en vez de ayudarnos entre nosotros nos tiramos tierra encima, no vamos a llegar a ninguna parte.

Ayudarnos entre nosotros… - pienso y me meto en la conversación diciendo: - ¡Autoayuda! ¡Libros de autoayuda! ¿Leyeron alguno ustedes? Todos van a lo mismo, a encontrarse como única solución a todos los problemas. Que la llave de la felicidad está en vos, que vos podés construir tu propia vida. La solución siempre parte de uno, no de afuera. Así que Autoayuda me parece más que lógico.
El grupo empieza a hablar a la vez. En el lío incomprensible estoy seguro que algunos me dan la razón y otros me putean por lo simple del nombre. Un hombre de la otra punta de la mesa, parecido a Marcos Mundstock, golpea la mesa llamando a silencio con cara de quien le duele  la cabeza. El cotilleo se apaga de a poco.

Me gusta – dice Woody Allen en el nuevo silencio – está bueno autoyuda. Es claro, está en español. Yo digo que sí, gente, le ponemos autoayuda ¿No?

La madre de Gabriel lo escucha paciente mientras éste relata la escena de los libreros, casi poniéndose violeta de tanto hablar sin apenas respirar.
Escribilo Gabo – le dice -  tal vez algún librero de esos que vos imaginás lo lea, y te regalé un libro, andá a saber. - Sonríe burlona y ceba el último mate antes de que la pava deje de tener agua.


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2 comentarios:

  1. Ja, ja, ja, no me cabe dudas de que habrá sido así. Y si había uno tipo Mundstock, sin dudas es nombre elegido es el correcto. Hasta que venga un boludo a hablar de combustible espiritual...
    Saludos.

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    1. Los nombres de las cosas me intrigaron y me apasionaron siempre. El criterio de elección, lo caótico de la puesta en común acuerdo.

      Combustible espiritual... jajaja pobre Ari, gajes del marketing ¿Vio?

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