De tanto en tanto me gusta organizar un encuentro con mi yo niño. Sentarnos a comer manzanas sin cáscara y postres Fity de chocolate.
Preguntarle cómo le fue en la escuela. Si Johanna le sigue devolviendo sus cartas de amor en pedacitos; o si todavía extraña a Elizabeth; quien se mudó lejos, hace tiempo ya; cuántos "Muy Bien 10" tiene en el cuaderno azul o si ya aprendió todas la tablas; so pena de no ver televisión.
Me responde que tiene 15 Muy bien 10, que los contó ayer. Las tablas las sabe todas hasta la del 7 que le costó un poco; sobre lo otro, mira sus pies y no dice nada. No hace falta. Me salió enamoradizo el nene, un romántico de manual.
Pasa un segundo y abre esos ojotes negros como si hubiera recordado algo crucial. Me lo dice: ¡Ya me sé todos los huesos del cuerpo!
Y es cierto, los sabe. Los aprendió de memoria de una lámina en un diccionario viejísimo que había en casa.
Le sacudo el pelo rubión, orgulloso de nosotros.
Nos vamos a jugar con los muñecos a las macetas de mamá, vivimos aventuras enteras en las junglas de malvón donde Batman es héroe o villano; donde algún Power ranger solitario cambia su cabeza y se vuelve un ninja en defensa del bien o del mal; donde los muñecos articulados o los Street Sharks de resina actúan como adláteres criminales o supercompañeros.
Sin romper una sola rama, dejamos los muñecos y salimos a dar vueltas en la bici.
Sentado en el caño, con su espalda contra mi pecho, me cuenta de sus amigos. Del cumpleaños de Pablo donde sopló el helado y Pablo, Quique y Gabi se le rieron muchísimo; me habla de su colección de Pokemones. ¡84 tengo! - comenta orgulloso y me los nombra. Hacemos una parada en un Todo por $2 y le pido que elija uno que no tenga. Lo hace y se queja de que trae adosado un pikachu.
Todos vienen con Pikachus - le digo - regalalos y listo.
No - me responde enérgico - estos pikachus están en otra posición, no son como los que tengo.
Me lo llevo lejos, mientras sigo escuchándolo. Este pibe sabe de todo: de dinosaurios, de animales, de dibujitos, de pokemones, de esoterismo (Ávido lector de lo que cayera en sus manos, colecciona revistas Predicciones) de Dragon Ball (Acá me pongo en maestro, explicándole lo que no hubiera entendido sin adelantarle nada.)
Él quiere hacer karate porque Gokú pelea y los Power Rangers pelean y él quiere aprender a pelear también. Pero no pueden pagarle las clases, me dice sin ningún tono en particular. Igual encontró Sei Fu que es gratis y ya fue a algunas clases. El profesor le dijo que "no podía creer que no hubiera hecho artes marciales nunca" por lo bien que le salían las patadas. Igual, no se pegaban entonces no era peligroso.
De fútbol no hablamos. No nos importa.
Él no tiene una edad definida, yo tampoco. Es un nene intemporal y yo un adulto intemporal que viajamos en una bicicleta charlando de nosotros.
Escuchándonos. Haciéndonos compañía y aprendiendo uno del otro.
En ese plan llegamos a la casa del abuelo. De mi yo aún más adulto que nos espera en la puerta en joggins y ojotas y lo (nos) ataja en sus brazos, cuando el nene baja del caño y sale a toda carrera.
Nos sonrío, nos abrazo y entramos.
¿Salen unos verdes? - Me pregunta el anciano.
Dale, bien dulces - y cierro la puerta de calle.