El lugar donde podés leer la Biblia dentro de un calefón

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jueves, 7 de agosto de 2014

El vendedor de huevos


-          ¡Veinticinco pesos los treinta huevos! ¡Treinta huevos por veinticinco pesos! -
vociferaba el huevero desde la calle.
En ese momento desayunaba en la mesa familiar, en el comedor, a unos seis metros del ventanal que da a la calle.

¡Aproveche, patrona, aproveche!

-          El café, carajo, ya les dije mil veces que no lo dejen en el borde de la mesada porque va a entrar la perra y va a tirar el frasco a la mierda - se quejaba mi mamá - y el café sale caro como para andar tirándolo y siempre hay algún boludo que se corta con el vidrio, y... - La perorata seguía en más latiguillos tan
clásicos como innecesarios y mientras su voz se volvía ruido blanco en mi cabeza, empecé a revolver con pereza la cuchara llena de miel dentro del café con leche caliente.
Al segundo mi hermana Nélida salió del baño, ya arreglada aunque todavía en pijama. Pasó por la alacena, sacó un paquete de galletitas marmoladas y, arrastrando los pies, se acercó a la mesa, me miró de reojo, dejó caer el paquete cerca de mi taza y siguió hasta la cocina, arrastrando los pies.

¡Huevo de campo, huevo fresco, huevo colorado!

¿No es el tipo al que le comprás vos, ma? - le preguntó al tiempo que la saludaba chocando mejillas - No, el que me los vende a mí pasa los sábados a la tarde nomás; ¿Vos dejaste el frasco del café en el borde la mesada? - respondió.
- No, nada que ver, si sabés que el único que toma café con leche es él - le contestó señalándome con la cabeza - sí, ya sé, pero hace dos horas que le estoy hablando de esto y se hace el pelotudo, ahí, jugando con la tacita.
¿Qué te va a decir?, sí es un boludo. - sentenció mi hermana haciendo un gesto con la mano como restándole importancia y se dispuso a preparar el mate.

¡Treinta huevos colorados, huevos del campo, por veinticinco pesos! ¡Vendo!

En todas las palabras que el huevero decía, las oes finales parecían una larga sucesión de úes, como si fuera el berrinche de un nene caprichoso.
Con los ojos todavía pegados del sueño, el novio de mi hermana salió de la pieza y se acercó, también arrastrando los pies, a la mesa.
Usaba unas pantuflas azul marino que le regalaron para el cumpleaños.
¿Qué hacés Ari? Buen día - me saluda con la voz ronca - Buen día, negro, ¿Todo bien? - le contesté levantando la vista de la taza hacia él, quien asintiendo con la cabeza, miró la mesa y fue hasta la alacena, la abrió, sacando la bolsa con pan y siguió errático hasta la heladera, de donde sacó la manteca.
Acto seguido saludó a mi mamá y volvió a la mesa con todo eso.

¡Volvió el huevero, doña, volvió el huevero!

Uh, ¿No se fue todavía? Me despertó con el coso ese meta vendo huevos vendo huevos... - se quejó Leonardo mientras se fregaba los ojos hinchados - y... anda en esas chatas viejas que van a dos kilómetros por día, ¡No se va más! - acusó mi hermana.
Él asintió, mientras recibía un mate.

¡Todos huevos caseros, huevos del campo, treinta por veinticinco pesos! ¡Aproveche patrona, aproveche! ¡Treinta huevos COLORADOS! 

La voz del huevero iba subiendo el volumen, como si; no teniendo suficiente con el megáfono, además decidiera gritar.

- Pareciera que dice "coloraduuuuu", tras que no se le entiende una mierda por hablar con el coso ese pegado a la boca encima suena a cualquier cosa, ¿viste? Dice coloradu, no colorado – opinó mi vieja sirviéndole un mate.

- Pasa que el huevero es un perro. - tercié yo, que había estado tragando café con leche sin pausa y tras otro sorbo agregué-: No es un hombre.

Mi cuñado se rió, mi mamá puso los ojos en blanco fastidiada y mi hermana tomó la posta diciendo: -
¿Vos no te cansás de decir tantas huevadas juntas no? Ni a la hora del desayuno te tomás un descanso... ¿Cómo va a ser un perro? ¿En qué cabeza cabe?

- No me creas si no querés, yo te digo lo que es. Está aullando la última sílaba, suena a una u porque es una u. El por qué vende huevos te lo debo - sentencié y agarré una galletita marmolada del paquete.
Mi hermana suspiró con desdén y siguió desayunando, después se puso a hablar de otra cosa con mi mamá. Mi cuñado se tomó algunos mates con pan más, se vistió y se fue a jugar al fútbol con unos amigos. Yo, tras haber terminado de hablar y de desayunar, llevé mi taza a la cocina, la lavé y me fui a mi habitación a leer Sauce ciego, Mujer dormida.

En la calle, un bulldog de gran tamaño jadeaba de sudor bajo una máscara humanoide de látex y una boina, mientras con una mano sostenía un megáfono y con la otra pasaba los cambios de una camioneta ford F100 bastante destartalada, en cuya caja se apilaban docenas de cartones de huevos colorados que brillaban al sol.


2 comentarios:

  1. Che, esto está re piola. Giles todos los que te siguen de antes y no te lo hicieron notar. Mandales un troyano por e-mail.

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    1. Manga de mala gente que no asoma la nariz ni pa' putearlo a uno.

      Agradezco su valentía y elogio, joven Spent.
      El troyano pasará lejos de su puerta.

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