El lugar donde podés leer la Biblia dentro de un calefón

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jueves, 9 de abril de 2015

El reencuentro

Mirá, yo a la mina la había conocido en la secundaria. Fue, como quien dice, mi "primer amor" de la forma en la que se entiende el amor a los 15, claro.

Ella dieciocho y con experiencia, yo quince y con un volcán de hormonas siempre activo; es al pedo (1) decir que me dio vuelta como una media sin siquiera tocarme un pelo; yo ardía por ella y siempre me dejaba con la baba colgando, vivísima la ilusión.

Incluso ese único beso que me dio fue tan intenso como fugaz, como lo fue su paso por mi vida; viste como es esto a esa edad, cursamos dos meses juntos y ya es el amor de mi vida.
Me acuerdo y me sigo riendo. Pero bueno, la tipa deja la escuela y no la vuelvo a ver.

Hasta hace un par de años atrás.

Seis años y pico en el medio y la vengo a encontrar de la forma más boluda, por facebook; si me hubieras visto por aquella época en ese momento: me subió un calor, hermano, me temblaba todo viendo su carita en el monitor. No le había pasado un sólo día por encima, viejo, casi veinticinco años y estaba igual que cuando la conocí.

Le mando la solicitud y le escribo un mensaje saludándola. La mina no se acordaba de mí - un garrón - pero uno, que ya no tiene quince, que ya maneja cierto timing cierta autoconfianza pudo presentarse nuevamente, tranquilo, con la chapa de campeón pese a lo frío del lenguaje escrito.
Al toque se acordó y no lo podía creer. Un par de lineas después y ya habíamos arreglado para ir a tomar mate a la casa. Me sentí eufórico.

Caigo en la casa, a la semana, llamo a su puerta. Pasá que está abierto, me dice y entro. Allí estaba: prácticamente idéntica a lo que era aquella vez. Nos abrazamos fortísimo y sin soltarnos nos separamos un poco para vernos mejor. Estás más alto, menos rubio, más ancho y esa barba te queda muy bien - me dice. Vos estás lindísima, la ropa de mujer te queda pintada. Nos reímos.

Pasa que en esa época la piba (2) era un desastre con la ropa, vivía envuelta por buzos anchos, pelo corto, gorra y jeans rotos, parecía un pibe  de lejos.

Y... pasó de todo -  me responde aún tentada y ahí nomás aparece un nene desde una habitación.
Tendría como seis años y era un calco suyo. Mateo, mi hijo; saludalo Ma, Elliott es un amigo de mamá. Viene timidón el nene, yo lo anticipo y lo abrazo como abrazo a todo el mundo. No te rías, boludo, yo quería que el pibe se sintiera cómodo y  lo logré porque al toque ya me estaba mostrando sus juguetes y contándome cosas y esas cosas que tanto me gustan de los nenes.
Ella se ve complacida con que pegué buena onda con su hijo y yo percibo algo más: me mira ¿viste? me mira bastante buscando al pendejito y no lo encuentra, pero le gusta el hombre que ocupa ahora su cuerpo y yo lo percibo y me siento en mi salsa, manejando la situación a pleno.

Con la pava en la mano y el culo en la hornalla - estoy empollando porque vivo con frío - va sirviéndome el mate (La frase la repetirá un montón de otras veces cada vez que yo la mire).
Desde ahí me contaba de su maternidad, de su paso por la droga, de como la salvó su conversión al cristianismo, del hecho notorio de que ya no puteaba y se comportaba educadamente, de sus ganas de ser una madre íntegra para su hijo; todo mientras yo veía a la piba del pasado desaparecer ante la mujer del presente que hablaba con el culo caliente por el fuego.
Al llegar al tema del padre del nene, que no había mencionado hasta ese entonces, me cuenta que había fallecido en un accidente de moto cuando su hijo tenía tres - a ese entonces tenía cinco - el llamado telefónico anunciando la desgracia, el cómo la pareja se había venido abajo meses antes al encontrarlo engañándola con su tía - con la de ella, hombre, se ve que tenía una tía joven o al tipo le gustaban las veteranas, andá a saber - de lo difícil que era hacer todo sola y de cómo ella vio todo el accidente después.

Acá quiero hacer un alto porque la cara que estás poniendo vos ahora es la misma que puse yo cuando lo soltó.
Sí, eso mismo, ella dijo que vio el accidente después que pasó.

Por ahí vas a pensar que estoy loca y yo te juro que a veces no sé que creer porque se contradice con la Biblia y en cierto modo me asusta, el poder estar poseída por fuerzas oscuras, pero yo vi el accidente, vi cómo murió desde el espejo de la moto que todavía guardo - me decía como excusándose, al tiempo que me miraba a los ojos.
Su mirada no era la de una desquiciada, che. Nooo, te digo que no me parecía loca por más delirante que fuera lo que me estaba diciendo. Me reí y sobrando un poco la situación, una risa nerviosa porque sabés de sobra que a mi me gustan esas historias y estaba empezando a creerle, a cagarme en las patas un poco y toda esta mateada, el reencuentro y qué-sé-yo-que-más se estaba yendo al carajo, así que me levanté, dije alguna pelotudez sobre la hora y que tenía que irme.

Ella hizo un gesto de comprensión, me agradeció el haber venido, me invitó a volver cualquier otro día, que esta era también mi casa y todo eso; me levanté de la silla, agarré y me puse la campera y estaba por salir a la puerta cuando se me acercó y me dijo: disculpame por lo último, pasa que me sentí muy cómoda y comprendida y necesitaba hablarlo con alguien y supuse que lo entenderías.
No tenés de que disculparte, negrita, entiendo lo que es el dolor de haber perdido a un ser amado de una forma tan cruel y como la mente puede traicionarnos con pesadillas y cosas así.

Gracias y si querés podés verlo vos también. Tengo el espejo en la pieza.

Pará de poner esas caras, boludo, que trato de contarte algo serio y me hacés cagar de la risa y olvidarme.
Yo ahí empecé a sospechar: el espejo en la pieza, vení a la pieza, las miradas de antes... uno más uno son dos, ¿Viste? Por ahí buscaba formar el par y me estaba haciendo el verso para que pasara algo más.
Después de seis años de expectativas, no le iba a decir que no; mas bien le respondí: "Dale" con una confianza que no sentía.
Ella sonríe, me lleva de la mano a la pieza, me sienta sobre la cama - yo hasta ahí estaba relajado pero a medias, pensaba en que podría venir el nenito y no estaba bien que viera nada - me da la espalda y empieza a rebuscar dentro de un roperito que tenía.
Pasaron algunos segundos, y ella se da vuelta con una caja mediana en la mano. Acá está, tomá - dice y me entrega el espejo de una moto con el armazón y todo. Se notaba que había sido arrancado porque tenía algunas partes astilladas, aunque el vidrio no tenía ni una sola raya.
Que fuera de un muerto me incomodó, ciertamente, pero lo que me seguía haciendo ruido era toda la situación: no sabía si tenía un fetiche con el espejo ese o andá a saber que otra locura parecida.
Me estaba poniendo nervioso en serio. Tanto se me habrá notado que me dice, vos tranquilo que no va a pasarte nada, vas a ser un mero observador. Mirá el espejo, recorrelo todo sin detenerte en ninguna parte de tu cara en especial; relajate, respirá hondo y vaciá tu cabeza de pensamientos o ideas.

Y yo lo hacía, viejo, no sé por qué carajo pero lo hacía, parecía como si no pudiera escaparme de su voz y entonces... lo ví.

¿Cómo explicarte? La escuchaba murmurar algo por lo bajo pero no dejé de mirar al espejo. Mi cara se desvaneció y de repente estaba manejando en una Titán de 150cc de cilindrada. Un avión que me había costado varios meses pagar pero que era mi orgullo. Las pibas se mataban porque las lleve pero yo ni les paso cabida (3), porque así se ponen más loquitas. Recién salgo del laburo en la panificadora, pasé por casa a pegarme un duchazo y me voy a pegar una vuelta por lo de la Mariana antes de ir a ver al nene. Tengo unas ganas de entrarle que me muero y sé que también quiere que le dé. Esta máquina ruge en plena Avenida Almirante Brown, y Lomas de Zamora entero se abre paso para que avance el rey.
Gafas de sol bien puestas y camperita de cuero matadora, voy esquivando autos sin parar en un sólo semáforo ansiando el lomazo de la tía de aquélla y cruza desde la izquierda el Falcon (4) celeste quedando en el medio del paso, me encierra el peugeot 307 de la derecha, formando un 7, y en un segundo la moto se incrusta en el capot del falcon, alcanzo a pegar un grito y vuelo por encima a toda velocidad.
Todo da vueltas, estoy muy liviano unos segundos y golpeó la calle con mucha fuerza y sigo rebotando varios segundos más. No entiendo que está pasando ni quién soy, pero el dolor es intenso y sigo rebotando hasta que mi cabeza estalla contra el cordón de la vereda.

Oscuridad.

Cuando abrí los ojos me sentía como molido a golpes. Estaba recostado con un pañuelo húmedo en la frente y un sabor a vómito increíble en la boca. Que bueno que ya volviste, llevabas diez minutos convulsionando pensé que te morías.
No entendía de qué mierda me estaba hablando hasta que lo vi nítido como te estoy viendo a vos: el padre del nene, el fiambre, parado detrás de ella con la misma campera de cuero y la cabeza reventada.
Salté de la cama con las fuerzas renovadas por el cagazo y salí de la casa a las corridas, con ella tratando de explicarme lo sucedido, hasta que alcancé la puerta de calle que tenía la llave puesta, abrí y me fui corriendo a la mierda para no volver.

No he sabido nada de ella desde entonces.






(1) Al pedo: Arg. Vulg. "En vano", "innecesariamente"
(2) Pibe/a: Arg. Vulg. muchacho/a  (Puede denominarse tanto adolescentes como a niños)
(3) Pasar cabida: Arg. Vulg. "Dar importancia"
(2) Falcon: Auto modelo Ford Falcon 1962

2 comentarios:

  1. Muy, muy bueno, Elliott.
    Jamás me vi venir ese final. Alucinante, ja. Se siente el miedo del protagonista, sin dudas.
    Un acierto al contarnos el relato en ese lenguaje cotidiano: llegás muy bien al lector, y hacés que se compenetre con la trama.
    ¡Saludos!

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    1. Las siempre merecidas gracias por leerme van hacia vos Juan.
      Y sobre el lenguaje cotidiano, pobres aquellos lectores hispanos con tanto lenguaje coloquial, a ellos van mis disculpas y el mini glosario al pie del relato.

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