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lunes, 11 de enero de 2016

Tímido para el esfuerzo




(Relato concursante del CERTAMEN LITERARIO "Y TE DIGO MÁS" de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora")

"Vago no soy, quizá algo tímido para el esfuerzo"
Inodoro Pereyra, el renegáu – Roberto Fontanarrosa.


¿Sabés? He tratado innumerables veces de autoconvencerme de que ha valido la pena. Tantas, que no sólo me lo creo sino que ya no concibo la posibilidad de que haya sido de otra forma.
Ya desde chiquito tuve talento para cualquier cosa. Prodigio, decían mis mayores mirándome y yo sonreía estúpidamente, sin entender, como todos los chicos. Este pibe es un bocho, se va a forrar de guita, no lo va a parar nadie. Y así crecí, condenado al éxito.
Veo como me mirás al escucharme decir esto, pero dejame que te cuente a qué voy; dejame decirte como en la vida leí y escribí ya desde muy chico; aprobé cada materia sin estudiar; cultivé una labia fulminante y un andar de gentleman envidiables, un lugar en cada convite a los que me rogaban asistir. La más acertada definición de distinción hecha carne, ¿Entendés?
Eso era.
Vivía de fiesta en fiesta, animando cada conversación con un humor culto, justo; arrebolando las mejillas de las señoritas de alta sociedad con una sonrisa precisa o un guiño imperceptible.
Me amaron, y las amé a todas.
El mundo caía una y otra vez rendido a mis pies.
Veo en esos ojos jóvenes el brillo de la duda, el cuerpo desnudo de una pregunta que no te atrevés a formular. Decilo, tranquilo. ¿No? Muy bien. Te lo voy a decir yo entonces.
Si bien cada noche fue sublime, todos los días lidié con la resaca y la pereza; por lo que trabajaba de vez en cuando y de lo que había.
El arte siempre fue lo mío.
Pintura, de casas.
En cada changa que me conseguía trataba de dejar una huella ¿Viste? Una marca imborrable del genio tras la brocha. Una combinación de colores, una firma al pie de un muro, el relleno de ínfimos huecos en las paredes con una maestría rayana en las habilidades de un cirujano.
Con eso comía.
A veces.
Mientras, escribía.

Un amigo – músico él – me dijo una vez que el hambre era el alimento del artista. Que cosa irónica ¿No? Y yo tenía hambre en ocasiones, cuando ningún laburito salía y bueno… siempre habría alguien feliz de recibirme en su mesa.
Quiero que entiendas que no me estaba aprovechando, no; siempre lo vi como un favor que les hacía a mis anfitriones. El intercambio me era muy desfavorable ya que a cambio de alimento les brindaba lo mejor de mí, de un debate acalorado, de un entretenimiento asegurado, incluso mis delirios los deleitaban.
Y delirar de profesión no es algo sencillo, pibe.
Mientras tanto buscaba la sublimación de mi genio creativo, la condensación de aquella musa poderosa que me seguía como si mi sombra fuera.
Revistas locales, diarios, certámenes, a todos apuntaba mis poesías y relatos - ¿Te dije que escribía? No ¿No? – buscando ser el nuevo Hemingway, qué sé yo, el nuevo Whitman, Ginsberg. Cualquiera. ¡Que el mundo entero supiera que había nacido para el éxito! ¡Que era mi derecho de nacimiento el no ensuciarme los dedos ni sudar la frente como otros hombres de inferior capacidad intelectual!

Algunas veces ganaba algo, pero se esfumaba al poco tiempo. No, no tenía vicios pero vivir es caro incluso aunque te acostumbres a andar sólo con lo puesto.
La vieja murió cuando yo tenía 37 años, y a partir de ahí me quedé solo en casa. Fue en parte una tristeza, pobre vieja, que se le dobló la espalda hasta el último día para que yo tuviera todo; pero, por otro lado, ahora caminaba el mundo a mis anchas.
Mucho no me duró la soledad, igual, al año siguiente me casé con una vecina y enseguida tuvimos 2 hijos. De golpe me volví esposo y padre, debiendo desechar innumerables ofertas de concurrencia a tertulias y copetines varios.
Una lástima, pero se tornaba esencial guardar las apariencias.
Me chocaba bastante la vida familiar, qué sé yo, a mi edad andando siempre solo… y de golpe toda esa gente viviendo en mi casa… era raro. No lo superé nunca.
¿Ella cómo era? Buena mina, linda, laburadora. Vivimos juntos once años y después de pelear hasta el hartazgo agarró los chicos y se fue.
Peleábamos porque yo no estuve haciendo nada por varios meses y ella, aprovechándose de la excusa de que alguien tenía que ir a laburar para que los chicos coman, iba y se encamaba con el tipo para el que trabajaba.
Y me lo negaba, la muy turra.
Meses después se fue y se llevó los pibes.
No, nunca los vi. Pero uno no es boludo, uno es zorro viejo y esas cosas las huele. Sí, señor.
Tampoco supe nunca si tuvieron algo. Los chicos no sabían nada.
Seguramente ella les ocultaba que andaba con el tipo para no darme la razón.
Mientras tanto entré en una fábrica de insumos odontológicos. Mi sobrino me hizo entrar.
Un trabajo liviano, tranquilo, ideal para un tipo en la cincuentena de edad.
No duré mucho, sólo algunos meses. Me echaron por reducción de personal, según los jefes, aunque mis hijos me contaron que decía mi sobrino que fue por pasarme horas en el baño o hablando por teléfono sobre mi ex mujer y el tipo con el que se acuesta.
No me importa, que hablen lo que quieran.
De ahí en más todo siguió más o menos igual: alguna que otra changuita como para tirar, las anécdotas de mis hijos cuando almorzábamos en su casa – No, ella no lo permitía por eso iba a verlos cuando estaba trabajando – y la libertad de estar nuevamente solo ¿No? Con el mundo a mis anchas aunque caminar me costara un poco más por la artritis.
Estoy acá viviendo hace seis años. Cuando remataron mi casa, mi hermana menor me ofreció quedarme un tiempo con ellos. Ahora duermo en este cuartito, tranquilo, donde puedo escuchar la radio o leer el diario sin que me jodan.
Me queda a trasmano de todo, imaginate, mis hijos están a dos horas de viaje y a veces eso tira; pero me estoy buscando algo chiquito para alquilar e irme. Sí, yo no sirvo para estar mucho tiempo en un mismo lugar ¿Viste? Acá está todo bien, pero no puedo traer una minita si quiero porque hay nenes chiquitos, está mi hermana, mi cuñado y no queda bien.
No, no estoy laburando ahora pero cobro la pensión por invalidez. Por la artritis. No, ahora estoy mucho mejor pero hubo un tiempo que estaba duro de pies a cabeza. Ahí la tramité.
Y… me ofrecieron un lugar en una panadería o en un puesto de flores pero yo no estoy para eso ¿Entendés? Eso dejáselo a gente que no tiene otra cosa. Un tipo como yo está para cosas más grandes. Ya llegarán, soy positivo con eso.



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8 comentarios:

  1. Muy bien detallada esa anomalía que suelen padecer los hombres. Lo bueno es que uno siempre aspira a más, ja.
    Saludos.

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  2. Me encantó, Facu.
    Yo, que hace un buen tiempo te leo, veo a cada paso cómo mejorás en todo orden con la escritura: cada vez más fluida, cada vez más coherente, cada vez más atrapante...
    Te felicito, che, muy bueno.
    ¡Saludos!

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    1. Querido Juan, me pone muy contento tu devolución.
      El leer, escribir, equivocarse y recomenzar hacen lo suyo.
      En este caso quise adoptar un tinte más Fontanarrosa al narrar con el fin de adoptar el espíritu del concurso.
      Se vienen cosas nuevas en muy poco.

      Desde ya, gracias infinitas por estar siempre.
      ¡Te mando un gran abrazo!

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  3. Pero entonces, ¿es un vago o un héroe incomprendido?, eso es lo peor, que no hay respuesta, capaz el tonto es él pero capaz los tontos somos nosotros.

    Muy bueno, muy fluída la forma de narrar lo que lo hace creíble, no cae en la creación forzada de una charla (De lo que peca bastante, por ejemplo, Cortazar).

    Un gusto que el relato no quedara entre la pila de participantes del concurso y pueda leerse.

    ¡Abrazo!

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    1. No habrá manera de saberlo, la persona que me inspiró este relato aún - siendo ya de edad avanzada - mantiene ese vigor juvenil que la vuelve capaz de pegar el batacazo en cualquier día de éstos o de morir esperando ese momento donde la luz sólo caiga sobre sí.

      Seguiré atento a ver qué sucede.
      Yo le tengo fe.

      Un gusto que me leas y comentes, titán.

      Espero que la gente del concurso dé alguna novedad sobre qué pasó, para terminar de matar la ansiedad.

      ¡Abrazo enorme!

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  4. El verano y youtube, hicieron que retomara mi fanatismo por los Simuladores.

    Tengo la sospecha de que tal concurso fue una pantalla armada por estos tipos para que un alumno aprobara una materia, o para que algún centro de estudiantes dejara de hacerle bullyng a otro centro de estudiantes.

    El relato: Me gustó mucho la parte en la que el tipo habla desde su juventud. Después, me sorprendió la caída abrupta, la barranca abajo de un necio.

    Respecto a la narración, bien al estilo tete a tete del negro Fontanarrosa. Le doy laiq.

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    1. El concurso ha de ser obra de los Simuladores, seguramente.

      Este mismo personaje me supo enseñar una vez la frase: "Me pasé la vida esperando que algo pase y lo único que me pasó fue la vida".

      Imposible no quererlo, igual, pese a su imbatible necedad.

      Gracias por pasar y dejar tu granito de arena y canto rodado.

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