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martes, 16 de diciembre de 2014

Corazón salvaje.



"Los agarraría a todos los que están atrás del manejo de los zoológicos de todo el mundo y los mataría uno por uno, son basuras." - Tecleó Ailín y, antes de presionar enter y publicarlo en su muro, un par de gruesas lágrimas corrían carreras hasta su mentón.

Sabía que no lo haría, que la amenaza sólo anidaba en su frustración y su dolor, pero se resistía a creerlo. Semejante vejación no tenía nombre ni cabía en la imaginación; no sólo porque era un animal, sino porque era viejo y estaba indefenso.
Más agua brotó de sus ojos y se dispersó en su rostro enrojecido, mientras apretaba los dientes para no gritar y despertar a su madre que dormía cansada tras una largo día de trabajo.

Dos de la mañana, ya había releído varias veces el artículo y cada vez se enfurecía más, lloraba más y se decía a sí misma que no podía quedarse de brazos cruzados.
Desde el monitor, el viejo león la miraba con un sólo ojo ambarino suplicándole piedad o una muerte digna.
Suplicándole justicia.
Suplicándole venganza.

Esa noche durmió un sueño ligero y cargado de imágenes turbulentas. En él, Ailín guiaba una revuelta de animales que culminaba en una carnicería; en un parque zoológico pintado con sangre y decorado con trozos de los cuidadores, dispersos por el lugar.
Montada a lomos del león maltratado, que resplandecía sano y brioso en su dorado esplendor; ella gritaba con su melena castaña al viento, mirando su obra ,¡la revolución! con sus ojos amarillos, brillantes al sol.
Simios de todas clases, lagartos, felinos y otras bestias maravillosas corrían salvajes volteando vallas, quebrando muros. Algunos más surrealistas simplemente saltaban y se alejaban volando a su libertad; otros partían los huesos de sus captores, los mojaban con agua helada o los golpeaban duramente en clara revancha.
Ailín peleaba y descuartizaba con una espada brillante de rojo metal, rugía con las voces de todos ellos y a su vez se conmovía por la vorágine de plumajes y pelajes que se entrelazaban en infinitos collages; todos luchando por su libertad.

Cuando despertó lo hizo con una sonrisa enorme.
Se acercaba el domingo donde se llevaría a cabo el Abrazo por el cierre del Zoo, y ella aún tenía cosas por preparar.
Para seguir luchando, para liberarlos a todos.

Click aquí para leer el artículo citado.

2 comentarios:

  1. Triste y dura realidad, pero con un dejo de esperanza en las manos de Ailín.
    No me gustan los zoológicos para nada, aunque recién cuando maduré pude entender lo que implica el encierro escabroso y tortuoso, allí, de cada animal; cuando era pibe, en los lejanos 70 y 80, no tomaba conciencia del tema.
    Opino que los chicos de hoy están más maduros que nosotros a su edad, y saben más y mejor que nosotros mismos. Así lo veo en mis hijos, por ejemplo.
    Muy bueno, Elliott, ayuda a reflexionar.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Este relato está basado en la publicación real en el muro de Facebook de mi querida Ailín y todo lo que se me ocurrió a raíz de ver que nadie había comentado nada.

      Es mi homenaje a su verdadero espíritu salvaje y el de todos aquellos que participan activamente en pos de la buena salud de los animales.

      Gracias nuevamente por tu tiempo y el comentario.

      Un fuerte abrazo.

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