Eones
atrás tomé la decisión que marcaría y daría sentido a mi existencia: Defender a
la humanidad.
A lo
largo de los siglos hice incontables apariciones en la Tierra ante la llamada
del indefenso, ante el llanto desesperado de los desprotegidos; cada sonrisa
suya fue alimento y fuerza para mis músculos.
Encarné
miles de individuos que a fuerza de puños, acero o palabras llevaron paz y
sosiego a la gente a través de guerras, pestes, crisis.
Fui
llamado dios, héroe, campeón, maestro, gran espíritu, ángel guardián, doctor;
siendo invocado bajo innumerables nombres en cada siglo o nación.
Cuando el
mundo logró al fin hermanarse me despedí de esta realidad y floté incorpóreo
por cada rincón, conectado a la inmensa e invisible red de electrones que
compone al mundo, viviendo en cada pensamiento, en cada suceso de manera
simultánea y precisa.
Esperando,
vibrante, la próxima vez que mi poderío incalculable fuera necesario.
Esa
ocasión se presentó treinta años después de la última Gran Guerra.
La
humanidad ha cambiado y también sus defensores. Ahora hombres y mujeres con
trajes coloridos y capas son los emblemas de la paz y la justicia. Superhéroes,
los llaman.
Aparecí
en el cuarto contiguo de una casa en llamas traído por los llantos de un grupo
de personas, que lanzaban agua desde la calle a la espera de los bomberos.
En
sus mentes se hallaba la razón de su desesperación: Felipe, un niño de cuatro
años que no había podido salir antes de que las llamas devorasen con furia los
muebles.
Aparté
las vigas sin esfuerzo avanzando entre las voraces lenguas de fuego que en vano
tocaban mi piel, caminé a través del espacio hasta llegar a la habitación donde
Feli yacía sin vida contra la cara interior de la puerta.
Asfixia.
Arranqué
la puerta de los goznes y tomé el cuerpito.
Las
sirenas de los bomberos quebraron el crepitar de la casa en el incendio al
momento que salí por la puerta principal con Felipe contra mi pecho.
Potentes
chorros de agua golpean las llamas a mi alrededor, salpicándome apenas. La
policía mantenía a los curiosos y los damnificados a raya dándome la espalda.
Sólo se dieron vuelta a observar cuando el gentío me vio salir y gritó el nombre del niño.
Caminaba
despacio. Hablé a los átomos dentro de Felipe y los reconfiguré para constituir
un cuerpo plenamente sano, libre de los efectos nocivos del humo y la muerte.
Una orden más y toda su estructura recobró su funcionamiento. Dormía, pero
estaba vivo.
Los
padres y vecinos se abalanzaron sobre mí y me lo sacaron de los brazos para
cubrirlo de besos y lágrimas, mientras los vecinos me vitoreaban abrazándome y
palmeando mi espalda.
Separé
mis moléculas y desaparecí súbitamente ante sus ojos.
Ahora
conocen mi existencia y me han puesto un nuevo nombre. La leyenda urbana ha
comenzado a correr velozmente entre la población incrementando mis poderes.
Estoy
siendo invocado. Una toma de rehenes en un geriátrico.
Armo
un cuerpo sólido casi instantáneamente. Aparezco sentado en el escritorio con
una sonrisa radiante.
Contesto
a su pregunta: ¡Yo!
Los
rostros de los maleantes se desencajan - no creían que fuera real - mas uno de
ellos rompe el silencio susurrando: El Chapulín Colorado.
Excelente relato. Que bueno tener de vuelta al Chapulín entre nosotros.
ResponderBorrarSaludos.
¡Hola Raúl! Gracias por leer y comentar.
ResponderBorrarEl Chapulín es, fue y será un ícono del heroismo realista - visto desde el lado de sus tan humanos defectos - además de uno de mis superhéroes favoritos.
No quería dejar pasar la inspiración pra homenajearlo.
Un fuerte abrazo
Muy bueno, Elliott, muy muy bueno, siempre me han gustado las historías de fantasía, los comics de superheroes (a ver si el fin de semana voy a ver que han hecho con mis queridos Fantastic 4) y la verdad es que en un corto espacio lo bordas, he disfrutado como un chavalillo. Un abrazo!!!!
ResponderBorrarQuerido amigo Cronista, el Chapulín Colorado - allende el no ser argentino - es un superhéroe hecho y derecho que habla y piensa en nuestro mismo idioma.
BorrarUn ícono para muchos de nosotros y en este homenaje busqué ensalzar esa magnificencia tan suya.
¡Después contame que tal está la nueva película de los 4 Fantásticos! (¿La nueva Antorcha es de color por tanto fuego? Cuanta maldad jajaja)
Celebro que lo hayas disfrutado, te abrazo enormemente.
Qué buen relato, Elliott, me encantó.
ResponderBorrarMe fascinaba El Chapulín, ja; y manejaste el suspenso y el drama, durante toda la trama, de manera impecable. El final es genial, je, inesperado...
¡Saludos!
¡Gracias por los elogios, Juan!
BorrarNo tengo mucho que agregar que lo que ya he comentado. El Chapulín es un personaje que infaliblemente me hace reír, al que - a medida que crezco - entiendo y disfruto cada vez más.
Se merece mil y un homenajes.
¡Un fuerte abrazo!