El lugar donde podés leer la Biblia dentro de un calefón

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martes, 22 de septiembre de 2015

Tras el vidrio o el manoseo de lo que creemos real




¿Qué tal? ¿Cómo estás? Acomodate como quieras.

¿Listo?

Bien.

Establezcamos la siguiente escena: dos sujetos A y B se encuentran en interacción directa. Digamos que están hablando a través de un rectángulo cortado en una pared de vidrio.
Para ayudar a la imagen, situemos ambos sujetos en la calle y establezcamos que el Sujeto A está del lado de adentro del vidrio y B en la vereda, del lado de afuera.
Están hablando, como dije, pero el contenido de esa conversación así como sus aspectos no importan.
Ahora bien, en este cuadro hacemos aparecer a un sujeto C que empuña un arma de fuego cargada.
El sujeto C dispara al rostro del sujeto A desde un punto tangente tras la cabeza de B, sin lastimar a éste último.
B percibe el hecho en tres momentos tan simultáneos como divisibles: 1. El sonido del disparo cerca de su oreja. 2. La sangre de A salpicando en su cara. 3. La visión de A en el suelo con un agujero en la frente.
Puntos 1 y 2 ocurren desde la sorpresa, B no comprende que sucede y reacciona de alguna forma instintiva, ya sea tapándose los oídos o gritando. El punto 3 ya requiere la voluntad de ser llevado a cabo y, aunque en shock parcial, B comprende la situación.
La escena hasta acá es un tanto truculenta. Sin embargo espero que no seas de estómago sensible.
Mejor sigamos.

Retomemos la situación inicial pero saquémosle el sonido de la detonación. Ni siquiera el pitido de un silenciador, no. Un disparo completamente mudo.
B, que sigue hablando como si nada, se ve repentinamente salpicado de un líquido viscoso y cálido que lo enceguece. Se refriega los ojos, se mira las manos y entiende de qué se trata. Se asusta, levanta la vista y observa desencajado a A que yace en el suelo con un agujero en la frente.

¿Cambia la cosa no?

Ahora, vayamos un poco más lejos.
Mismo todo excepto que el arma no suena al disparar y el cuerpo de A no sangra.
En este caso B solamente verá que a A se le forma un agujero en la frente y acto seguido cae al suelo.
¿Cuánto podrá alterarse B?

¿Empezaría a los gritos? ¿Intentaría llamar la atención de A interpelándolo (diciéndole algo como” Che A, levantate, ¿Estás bien?”)? Sin poder pasar al otro lado del vidrio ¿Llamaría una ambulancia, a los bomberos o la policía? Es posible, incluso, que se vaya de la escena sintiéndose algo extrañado y nada más.

Mirá, entonces, como pasamos del pánico absoluto a las puertas de una posible indiferencia o afectación mínima cambiando algunos elementos del relato.
Las reacciones serán producidas en gran medida por la subjetividad que agreguemos a aquello que estemos contando o que recibamos de aquello que nos cuenten, adornando infinitamente un solo hecho concreto:

A está muerto.

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8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Recién salido de este horno con pelo que conozco como cabeza.

      Gracias por pasar y comentar.
      Un abrazo y nos estamos leyendo ^^

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  2. Muy bueno. Un texto que atrapa de principio a fin. Es hasta lúdico.
    Bravo.
    Saludos.

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  3. Fascinante, Elliott. Me atrapaste de principio a fin. Y qué buena conclusión, che, tajante, directa...
    Me encantó.
    ¡Saludos!

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    Respuestas
    1. Palo y a la bolsa, viejo. jajaja
      Gracias por pegarte una vuelta y comentar Juan.

      Un fuerte abrazo

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  4. Muy bueno Facu, posta, muy bueno de verdad!! Voy a leer todo! Tenes un Don, en un par de lineas sos capaz de explicar muchisimo!! Salud amigo!!

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