Sábado nihilista sin promesas.
Las horas se suceden entre siestas de ventilador y pensamientos que transcurren sin raíz.
Sábado carente de sentido,
La cama me abraza y me susurra sueños cargados de imágenes y delirios.
Sábado de horas que se deslizan presurosas, que ondean a contra cuerpo fundiéndose en el sopor y el olvido.
Llega la noche y, con ella, la esperanza.
Un paseo en camioneta, a través de la madrugada de una bulliciosa ciudad en calma que duerme su sueño de ajetreo y rock and roll.
Entre el sueño desperté mi risa para huirle al vacío, para justificar la estancia diurna en el capullo de las sábanas, sin llegar a metamorfosear en algo más.
El Todo es nada.
La realidad sólo un estadío de la mente activa o la gelatina interminable de la perezosa.
Recorriendo las tibias calles, bajo los sempiternos faroles encendidos, nuestra camioneta fue súbitamente impactada por el destino y la sorpresa, cada una disfrazada de automóvil.
El sacudón me devolvió la vigilia y el dolor, los motivos; el vigor, la fuerza en la forma de un shock de adrenalina con la capacidad para transformarlo todo, para quebrar las leyes del mundo con renovado brío.
Para volver la nada un todo.
Las horas se suceden entre siestas de ventilador y pensamientos que transcurren sin raíz.
Sábado carente de sentido,
La cama me abraza y me susurra sueños cargados de imágenes y delirios.
Sábado de horas que se deslizan presurosas, que ondean a contra cuerpo fundiéndose en el sopor y el olvido.
Llega la noche y, con ella, la esperanza.
Un paseo en camioneta, a través de la madrugada de una bulliciosa ciudad en calma que duerme su sueño de ajetreo y rock and roll.
Entre el sueño desperté mi risa para huirle al vacío, para justificar la estancia diurna en el capullo de las sábanas, sin llegar a metamorfosear en algo más.
El Todo es nada.
La realidad sólo un estadío de la mente activa o la gelatina interminable de la perezosa.
Recorriendo las tibias calles, bajo los sempiternos faroles encendidos, nuestra camioneta fue súbitamente impactada por el destino y la sorpresa, cada una disfrazada de automóvil.
El sacudón me devolvió la vigilia y el dolor, los motivos; el vigor, la fuerza en la forma de un shock de adrenalina con la capacidad para transformarlo todo, para quebrar las leyes del mundo con renovado brío.
Para volver la nada un todo.
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